martes, 3 de abril de 2012

Te vas a reír cuando te lo cuente de Félix J. Velando.



Una buena dosis de humor.



Una pequeña editorial de Tenerife (La Página Ediciones) ha tenido la valentía de editar un libro de un albacetense o albaceteño (yo prefiero este último por afinidad), en el que se reúnen nueve relatos a golpe de humor. Se llama Te vas a reír cuanto te lo cuente. Lo de la valentía va por los tiempos que corren de recortes culturales, y rémora del papel en beneficio de los píxeles. Pero por mucho que la pantalla no refleje el sol y esas cosas, sólo con el formato libro es posible tirarte en el Retiro o similar para pasártelo bien. Porque de eso se trata, de reírse de las ocurrencias del mismo autor y de sus personajes que son lo mismo, cosa que poco evita con tantas referencias a la tierra de uno y esas cosas.



Y para más inri, el albaceteño resulta que es amigo mío y no me creerán si es coincidencia.  A lo que además se suma el orgullo de verlo estampado. Aquí Félix haría un juego verbal. Este tal Félix que tan de perfil lo he presentado es el autor. Félix Jiménez Velando, como nombre artístico Félix J. Velando.




Un oso panda verde cierra el libro.




Definitivamente es una lectura para estar tumbado bajo el sol, para animarte, para engancharte, para reconciliarte con la tontería humana de la que todos tenemos un gran porcentaje. Porque se lee de una tumbada que es lo que he hecho yo. Dentro, jóvenes, ancianos y osos panda son el amplio espectro de los personajes que campan a sus anchas, unos más ligeros de ropa que otros, en el libro.



Cada relato guarda su propia entidad y se abre y se cierra en sí mismo pero en mayor o menor medida hay detalles, correspondencias que se entrecruzan, sobre todo el butano, las ardillas y un tal Peralada que interviene en tres de los nueve relatos. Un hombre «que tiene la cintura dos veces más ancha que los hombros», según su suegra, obsesionado con la moral y las buenas maneras que se presenta en el primer relato Una noche en la tele, protagoniza Pezones y pondrá en marcha El bronceado perfecto.




Peralada quiere destruir sus "Pezones".





Tanto las historias que directamente nos ofrece y las que filtra a través de sus personajes se vertebran por las dudas, preocupaciones y manías que caracterizan a unos personajes que terminan viviendo cosas que ni se podían imaginar y que ellos mismos han creado inconscientemente. El absurdo se termina instalando y no puedes evitar sorprenderte y reírte, no entendiendo de qué manera ha ido complicándose todo para llegar a donde se ha llegado. Pezones es un buen ejemplo de eso, una especie de versión castiza de Jo, qué noche (After hours, 1985) donde aparecen putas, suegras y libreros de viejo. Y no digamos, El bronceado perfecto que todos nos podemos imaginar cuál es. Estos relatos se basan en la peripecia, en una comedia física muy bien desarrollada, pero hay otros, donde todo se basa en el juego lingüístico y hasta metaliterario como el caso de Mejor no te cruces con Propp donde el protagonista/autor se encuentra en un callejón sin salida dentro de la historia y aparece Propp más que como un deus ex machina como una mosca cojonera. El juego con el lenguaje es más evidente en este último o en Obituario de Sifrig Rosenberg (1945- ), que termina evidentemente con un gran epitafio,  pero todo el libro está lleno de juegos con el lenguaje. Se descomponen las frases hechas, los dichos y se juega con la sinestesia y el doble significado de ciertos verbos como  «Dormirse en los laureles»,  «La tensión se masca en el ambiente» y  «Me iba a echar el tarot. A mí no me gusta que nadie me eche nada». Son muchísimas las ideas, las imágenes que se nos propone y es algo que le suma más interés. Aquí les dejo unas cuantas pero no os preocupéis porque hay muchas más: «un hombre con tal alto concepto de sí mismo que a veces tiene vértigo»,  «unas relaciones que no podríamos llamar buenas y por tanto no lo hacemos» o «Sifrig quería llevar la poesía a la calle, lo que le costó varias denuncias de bibliotecas públicas por arrojar sus libros por las ventanas».



El lenguaje está combinado con una descripción indirecta, propia de alguien que trabaja fundamentalmente en el audiovisual. Contar algo sin decirlo, cosa que parece sencilla pero no lo es como cuando el protagonista de Septiembre y las medusas se describe así mismo con quince años como «un adolescente que conocía bien la punta de sus zapatos». Y hablando de este relato, desternillante es el momento de la canción del protagonista que no hay que perderse.




Un Arrabal indirecto en Una noche en la tele.





Los primeros relatos son más estáticos, más cerebrales como el segundo que es el más melancólico, el más agrio pero representa muy bien el vaivén de acontecimientos en el que todos nos podemos sentir identificados y termina con un juego personal muy divertido y curioso. Este relato es el que sirve de portada al libro; Mi vida con Elvis. A partir de él, el humor y la sorpresa van in crescendo.



Yo creo que sirve algo de terapia la lectura de estos relatos de humor. Ves tantos seres absurdos, tantas  peculiaridades, tantas torpezas que no te queda más remedio que pensar, que lo mejor que podemos hacer es reírnos de nosotros mismos y salir a la calle asumiendo que todos según con quién nos encontremos y según lo que vivamos podemos llegar a protagonizar un relato de humor, así que a reírse que es gratis y alarga la vida.



Por apoyar a un amigo haced el favor de pedir a las librerías que tengan entre sus estantes y mesas ese par de piernas de Elvis para que esta primavera-verano además de poneros coloridos os animéis un poco. Eso os lo aseguro. Os vais a reír cuando lo leáis. 

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