martes, 13 de marzo de 2012

El origen del mundo en varios vistazos.



En las últimas semanas el origen del mundo tal cual lo pintó Courbet se me ha ido apareciendo, frontalmente se entiende. Y mientras, estas apariciones rodeaban una fecha muy reivindicativa de las portadoras: el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer incluyendo para más inri la polémica surgida a nivel lingüístico pero extendida más allá sobre el sexismo lingüístico que fomenta la invisibilidad de las mujeres. La vida es un claro ejemplo de efecto dominó (por cierto muy buena película [The trigger effect , David Koepp, 1996], al menos en el momento en que se estrenó). En la sala de cine encontré las imágenes directas. En la película Declaración de guerra (La guerre est déclarée, Valérie Donzelli, 2011), una obra vivaz, con ritmo y sensata tocando el cáncer infantil,  aparecía el cuadro de Courbet para fomentar el ritmo, para avanzar en la trama. La pareja protagonista da por terminado su alegre noviazgo ante el cuadro en el museo de Orsay. Lo miran, se miran y ya ha nacido su hijo. Economía que parece muy obvia pero queda tan bien.









Y ante todo y sobre todo sobrevolaba entero L’Envahisseur (2011) el primer largo de Nicolas Provost. Todo muy francófono por cierto. Allí la cámara prácticamente surgía de dentro de la mujer y mediante un  travelling nos alejábamos y la muchacha nos seguía toda desnuda. El vídeo de aquí arriba no empieza donde realmente empieza, para guardar cierto pudor y revelarse en su totalidad en las salas bien sean de cine u hogareñas. Esta es la bienvenida que se le da a un inmigrante. A su alcance está todo aparentemente y nos encontramos con una historia y una película de las más sorprendentes que me he encontrado últimamente, que no sale de mi cabeza, que se presta a mucha interpretación y que bajo una historia y textura de cine social aparece una pátina de ciencia ficción totalmente real. Ya aclararemos esto en otro momento porque merece la pena detenerse más en esta película. El de la apertura de la película no es el único sexo de mujer que aparece. Al mismo tiempo sutil y descarado, el sexo de la mujer aparece como una mezcla de victimismo y portadora de poder muy interesante. Y que conste que la película no es para nada pornográfica.




Así se presenta Courbet (1843).



Y todo esto me llevó a recordar dos obras enormes en su significado artístico, en su romper esquemas, en violentar miradas y que están completamente ligadas. Una es evidentemente El origen del mundo, obra de Gustave Courbet de 1866, y la otra de un siglo más tarde, de Marcel Duchamp, Étant donnés. En ambas el sexo femenino está abierto al espectador, uno velludo y otro rasurado. El primero, al óleo expuesto a la mirada directa, el segundo como una instalación oculta. Por la exposición directa y por la época, la primera tuvo su polémica. No eran tiempos para ser tan osados. Un realismo tan descarnado, de tan descarada presencia no era bien recibido entonces.  El primer plano del pubis femenino estuvo escondido y deslocalizado un tiempo hasta que finalmente se expuso donde hoy está en el Museo de Orsay en 1995. En 1981 se convirtió en propiedad del estado y se expuso por primera vez en Nueva York en 1988. El objetivo de escandalizar era uno de los que guiaban al pintor francés y hasta el día de hoy lo logra conseguir ya que hace poco una página de un usuario de facebook fue cerrada por haber reproducido este cuadro. El desnudo es el ejemplo más objetivo de censura, no hay más que pasear a lo largo de la historia del arte y veremos el nulo pudor en los griegos hasta llegar al pecado de la carne, ese que el Concilio de Trento obligó a ocultar. Si una cosa hubo que aprendí en el instituto a raíz de El juicio final de Miguel Ángel fue el término braghettone. Así se le llamó al encargado de ocultar las partes íntimas de la famosa pintura de Miguel Ángel y así continuamos a través de pelos, manos y hojas de parra sostenidas sospechosamente sobre los genitales. Courbet no solo no tapó sino que evidenció de tal manera el sexo femenino que supuso un salto mortal.




Todo lo real que se pueda.




Mauppassant decía que Courbet aplicaba la pintura al lienzo mediante un cuchillo de cocina. Tomémoslo como verdad porque la imagen agresiva del pintor luchando por lograr su objetivo artístico de tal modo resulta fascinante. Y dice mucho del carácter y la pintura del que trabaja así. La semana pasada estuve en el Prado y allí separados por escasas salas andaban dos pintores reproduciendo dos obras. Y me resultó curioso. Uno pintaba con el pincel y la paleta y andaba muy pulcro él, formalmente vestido dentro de la comodidad necesaria y estaba pintando un cuadro de Murillo; El buen pastor con niño incluido. El otro pintor pintaba con pincel pero su paleta era su propia mano donde cogía y mezclaba los colores. Andaba vestido más informalmente y el pelo curiosamente más revuelto ¿y qué estaba copiando? Pues el Cristo crucificado de Velázquez. Cuadraban bastante aspecto y modos de pintar con el respectivo cuadro, aunque el paso siguiente de lo que estos copistas hacían es el contacto con el cuadro y usar un cuchillo de cocina ya dice mucho de la paleta y modos del arrogante pintor francés. Porque las formas son también información o como afirmó Victor Hugo «La forma no es sino el fondo que remonta a la superficie».




Un Courbet grupal.




Un recuerdo familiar.




Errando un poco porque por algo nos llamamos así, me he topado con otro cuadro del señor Courbet,  El entierro de Ornans  (1850) y recuerdo otro que para mí es primero porque lo vi de niña y está ligado al recuerdo de mi abuelo. Y puedo entender que tuviera ese cuadro a la vista, por ser  mi abuelo de Málaga y republicano y herido en la guerra civil. Se trata de El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga de Antonio Gisbert (1888) que narra, pues se trata de una pintura de historia, un suceso de 1831. Fueron fusilados entonces sesenta liberales sin juicio alguno, cortando así un pronunciamiento previsto contra el monarca, porque España entonces estaba imbuida por el absolutismo de Fernando VII tras destrozar el Trieno Liberal y despreciar la Constitución de Cádiz de la que este año se celebra el bicentenario. Esta obra símbolo de las libertades cercenadas estaba a mi vista cuando visitaba el lugar de trabajo de mi padre donde mi abuelo ayudaba. Era una pequeña reproducción comparada con la magnitud del cuadro.




Lo que nos es dado.



Y hasta aquí el errar. Volvamos a la obra de Duchamp. El belga estuvo trabajando los últimos veinte años de su vida (1946-1966) en una obra que se montó y exhibió póstumamente. Hoy permanece allí donde se instaló en el Philadelphia Museum of Art. Étant donnés es el precedente de las actuales instalaciones artísticas. El espectador no se encuentra con la vagina así sin más como en el caso de Courbet. Aquí el punto fundamental es la mirada. También es en la otra evidentemente pero aquí  con ella la obra cobra sentido.




Serás un voyeur.




El espectador se encuentra con una gran puerta de madera donde hay dos agujeros. Uno tiene que querer mirar y centrarse en lo que mira. La mirada no es inocente y lo que se ve es de nuevo el cuerpo de una mujer desnuda partiendo de su sexo dispuesto y expuesto. Para llegar a esa imagen tras la puerta de madera hay una sala oscura que termina en una pared de ladrillo donde hay un agujero más grande de ahí ese contorno. Hemos superado dos obstáculos, dos materiales y como un secreto se nos descubre el desnudo femenino sobre la maleza. Tanto en la obra de Courbet como en la de Duchamp, el cuerpo de la mujer aparece cercenado. No hay piernas, no hay brazos y no hay rostro sobre todo. La mirada está dirigida y no hay distracción. Duchamp realizó muchos bocetos y moldes de las distintas partes del cuerpo que vemos a partir primero de una amante brasileña y después de su mujer,  para presentarnos un cuerpo echado sobre la maleza y que sujeta en su mano una pequeña lámpara de gas a modo de una nueva estatua de la libertad totalmente desnuda y violada (con la mirada). Al fondo una cascada en un paisaje natural. Bajo el cuerpo y la maleza, el suelo a cuadros blanco y negro, haciendo referencia al ajedrez que tanto gustó  al artista belga.




Plano de la obra.






La instalación revelada.




La responsabilidad de la mirada es mayor en esta última obra. Hay más riqueza por el proceso, por la construcción, por la sensación de ser un voyeur.  Evidentemente es una obra clave por su formato y sus lecturas.  La mujer desnuda en plena naturaleza con el agua corriendo, símbolo de las emociones, de la vida y una llama como si convirtiera la pose de una mujer indefensa en la ironía de alguien que controla su cuerpo como quiere y donde quiere. Ella te ha llevado allí, ella no tiene ningún problema por estar donde está y como está. Y devuelve la responsabilidad al público. ¿Este se sentirá violentado ya que ella no? Y sobre todo, algo que aunque en este par de obras ya está superado vuelve una y otra vez: ¿Hasta qué punto es obscenidad y hasta qué punto arte? ¿Es pertinente la pregunta anterior? ¿A día de hoy qué nos provocan ambas obras?

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