viernes, 25 de noviembre de 2011

Arte soviético en tiempos de revolución: La caballería roja.



Estamos terminando el año 2011 que entre otras cosas ha sido el año dual España-Rusia, y ahora mismo están candentes dos exposiciones en Madrid de obligada visita: la exposición en el Prado que trae las obras del Hermitage de San Petersburgo, ese museo que ya como edificio tiene su historia y otra en la Casa Encendida de la que ya hemos llegado al ecuador y estará hasta el 15 de enero. La del Prado estará hasta el 25 de marzo.



La mirada de Malévich sobre la caballería roja.



La exposición de la Casa Encendida «La caballería roja. Creación y poder en la Rusia soviética de 1917 a 1945» toma nombre de una obra de Isaak Bábel de  1926. Y con una cita del libro se abre la exposición junto con el cuadro con el mismo título de Kazimir Malévich. El libro de Bábel del que Borges comentó que «la música de su estilo contrasta con la casi inefable brutalidad de ciertas escenas», consta  de treinta y cinco textos breves inspirados en sus experiencias en la guerra contra Polonia en 1920. Se acogió como el primer escritor bolchevique pero llegado el terror estalinista con sus purgas, Bábel desapareció en  1940. Esa caballería roja que hace referencia al ejército rojo de los bolcheviques, en esta exposición se centra no en el campesinado o ejército sino en los artistas que como ellos formaron y fomentaron el cambio radical en la Rusia artística: qué tipo de arte sobrevivió, cuál se impuso o qué novedades trajo. Así vemos por ejemplo el paso del constructivismo al realismo social.



Aleccionar: Trabajador consciente de Mayakovski, 1920.




Diseño de Rodchenko.
Un jinete, un caballo rojo que representa al igual que el segundo jinete del apocalipsis, la guerra. Y así se lo tomaron también a nivel artístico, de ahí la declaración de Mayakovski: «Es hora de que las balas decoren las paredes de los museos». Lo que en ese momento tocaba era la guerra y la destrucción para que el nuevo orden primase. Vladímir Mayakovski es uno más de la gran cantidad de artistas que se aglutinaron en estos días. Hay una comedia fantástica que reúne un plantel muy significativo de artistas pues esta comedia, El chinche, de 1929 la escribió Mayakovski, la dirigió Meyerhold, con música de Shostakovich y donde la segunda parte de la obra que está ambientada en 1979 la diseñó Rodchenko.






Iván duchado con oro.



La exposición pese al extenso tiempo que cubre, en realidad por la gran cantidad de artistas es un muy buen punto de partida para generar curiosidades y está muy bien enmarcada pues empieza con esos ejércitos rojos y termina con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el momento álgido de Stalin simbolizado cinematográficamente con Serguéi Eisenstein y su Iván el terrible (1944), cuyas imágenes tienes que sobrepasar para salir de la exposición en su itinerario total. Una película, Iván el terrible, que formaba parte de una trilogía que no pudo concluir el director por Stalin. La conjura de los boyardos (1946) la segunda de ellas  fue prohibida puesto que si Stalin se reflejaba en la figura del Zar, en esta segunda se daba cuenta de la deriva de locura que tomó y a Stalin evidentemente no le gustó  el paralelismo. La tercera no llegó a rodarse. Éste es el caso de la parte suave de esos restos de las famosas purgas de Stalin que llegó a casos extremos unos años antes (1936-1938). Nada que ver su reacción cinematográfica con la que se dice que era su película favorita, Volga-Volga de Grigori  Aleksandrow, una comedia soviética de 1938 que podemos descubrir en una de las salas de la planta baja. Volga-Volga es una muestra de ese paso último en el arte soviético que comprende la exposición. La deriva hacia el realismo socialista que se instaura como único método artístico donde la cultura se infantiliza y el héroe siempre es positivo.




Volga-Volga 1.



Volga-Volga 2.



Volga-Volga 3.



Volga-Volga 4.




Fijándonos en todas las leyendas de los distintos elementos de la exposición hay dos términos que se repiten a la hora de clasificar el arte y a los artistas soviéticos y son muy curiosos: el montaje y el acusarse de formalistas. Al menos son los dos términos que han llamado mi atención. La exposición ejemplifica ambos términos: uno por adscripción y otro por evasión.




A propagar por esta vasta región.
Ya que el término montaje es evidente en el contenido de la exposición, más que nunca debe de ser también un término clave a la hora de organizar la exposición. Y así es, salvo quizá, en la necesidad de que las proyecciones audiovisuales no solo queden identificadas en la misma pantalla sino también en una leyenda junto a la obra. Más allá de este detalle, el término queda claro en el contenido como cuando leemos que a través de él y del arte mecanicista se puede entrenar y reacondicionar el cerebro humano. Se trata de borrar e instalar otra mentalidad. Un arte «dirigido» donde el cine tenía mucho de arma tal cual Trotski confirmó cuando aún lideraba Lenin: «Este arma (el cine) que clama por ser utilizada, es el mejor instrumento propagandístico». Stalin opinaba lo mismo y por eso hizo eliminar de Octubre (1928) de Eisenstein las apariciones de Trotski, su rival, para después hacerle desaparecer realmente en su exilio en México cuando fue asesinado por el español Ramón Mercader. Se trataba como antes se ha dicho de entrenar al cerebro humano por eso organizaban barcos y trenes con bibliotecas, imprenta y cinematógrafo en lo que se llama agitprop para expandir la propaganda por todo el país. El cine era un elemento fundamental de ahí que en uno de los trenes (todos dibujados con consignas y dibujos) se leyera: «El cine da luz a la oscuridad e ilumina la pobreza».


El agitprop era algo parecido a las Misiones Pedagógicas de la Segunda República Española. La diferencia es evidente en cuanto a que la española era más humanista que política y los medios utilizados eran de otro nivel (coches y burros frente a barcos y trenes). En estas misiones es donde participaron Lorca, con su grupo universitario La Barraca y Val del Omar que se encargaba del servicio de cinematografía. De este último más allá de la exposición que pudo verse hasta primeros de año en el museo Reina Sofía, el mismo MNCARS en su exposición permanente ofrece al público alguna proyección de estas misiones.



Un alfabeto gráfico de 1917.
Nos quedaba suelto el otro término, el que había que evitar: el formalismo. Realmente existía una campaña contra el formalismo. Era evidente puesto que éste se centraba en el componente visual del arte aisladamente y las consideraciones éticas y sociales quedaban fuera. El arte por el arte era impensable desde el comienzo de la revolución. El arte, si es que no niegan la palabra arte ("muerte al arte" decía Alekséi Gan en su obra Constructivismo), al menos tiene que tener como componente el compromiso social, la agitación política, de ahí que ante todo surgiera ese arte de formas claras, bruscas, con lemas evidentes, aleccionador, donde los carteles y panfletos estaban a la orden del día, donde en el vestuario que creaba Meyerhold primaban las formas, las rayas. El músico Dmitri Shostakovich era uno de los más atacados sobre todo a raíz de su obra El arroyo claro en 1935 y ya con El don apacible que no gusta a Stalin no vuelve a escribir una ópera, según el texto de la exposición pero sí evidentemente a componer sinfonías.




El ajedrez político.


Hay un objeto curioso en la exposición, un ajedrez de Vasili Guriev de 1927 donde se enfrenta literalmente el mundo capitalista y la Rusia soviética. Los primeros son unos hombres barrigones encuadrados por tanques y barcos y los segundos unos delgados campesinos éstos rodeados no por potentes tanques sino por una pila de libros donde se posan la hoz y el martillo.



Rodchenko entre otros.



Por otro lado el recorrido musical paralelo en cada una de las salas está muy bien buscado sobre todo cuando en la sala B te encuentras una pequeña pantalla con un pequeño video donde se muestra en una fotografía casi en 3D una exposición que tuvo lugar en 1921 con objetos colgados que dan un aire fantasmal.  A la escultura ahora la cubre el concepto de bloque y masa. Es un ejemplo claro de lo que pretendía el constructivismo, una construcción en tres dimensiones más allá de la simple composición en dos. Es como sustituir el cuadro en el caballete tal como se dice en la exposición. Rodchenko es uno de sus principales artífices y aparece en varias ocasiones en el recorrido. Por ejemplo en ese famoso cartel (que volvieron a poner de moda los Franz Ferdinand) llamado Libros de 1924, un cartel publicitario de la sede de la Gosizdat (la editorial literaria estatal) en Leningrado (hoy  San Petersburgo).



Diseño de Yekaterina Petcova para una ópera de Rimski-Korsakov.



Además de músicos, pintores, cineastas y escritores (novelistas, poetas y escritores de ciencia ficción), la exposición también revisa el teatro con muestras de escenografías, diseños e incluso una maqueta de una obra.


El pasillo final de la exposición muestra un recorrido por los escritores y poetas destacados acabaran como acabaran y acabaran por quienes acabasen ya sea Lenin (en el caso de Bulgákov que manda al exilio en 1922) o en el de Stalin (Bábel asesinado en 1940).Allí podemos leer un gran poema  de Marina Tsvietáyeva y otro de Anna Ajmátova de la que oí hablar por primera vez a través de Chantal  Akerman en su instalación D’est. Al borde de la ficción (1995).


¡Sé que moriré en el crepúsculo! En cual de los dos,
con cual de los dos – ¡no seré yo quien lo decida!
¡Ah, si mi antorcha pudiera apagarse dos veces!
En el crepúsculo de la tarde y del alba – a un tiempo.

¡Con paso de danza pasé por la tierra! – ¡Hija del cielo!
¡El delantal lleno de rosas! – ¡Sin lastimar un solo brote!
¡Sé que moriré con luz crepuscular! – Dios no enviará
una noche de azores a mi alma.

Apartando con mano suave la cruz sin besos,
al cielo generoso iré por un saludo postrero.
Albores del alba – y de una sonrisa en respuesta…
¡También en el espasmo de la muerte seré – poeta!


Marina Tsvietáyeva,
Moscú, diciembre de 1920.



Nota 1: La Casa Encendida junto con la exposición está programando en noviembre y diciembre en su espacio de cine contemporáneo toda una selección del último cine ruso y curiosamente el día 28 de diciembre se proyectará con dos pases (18:00 y 20:00), El arca rusa (2002), una imprescindible película de Sokurov. Todo un ejercicio cinematográfico donde el propio Hermitage (que como hemos dicho, tenemos representado ahora en el Prado) con toda la historia que ha visto pasar, se erige en figura central. 


Nota 2: Por si acaso, aquí la dirección de la Casa Encendida: Ronda de Valencia, 2. Metro: Embajadores. Horario: De lunes a domingo de 10:00 a 22:00.




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