domingo, 13 de noviembre de 2011

Another year: una película triste


Una preparación para el invierno.



De la primavera al otoño y directos a la cuneta es la primera idea que me viene a la cabeza después de ver Another year de Mike Leigh. El visionado de esta película tiene contraindicaciones así que se avisa de antemano que la gente con un poco de bajón o bien le sirve de catarsis  o bien termina de bajarle todo. Por diversas circunstancias desde su estreno había ido quedando cada vez más atrás la necesidad y ganas de ver esta película. La primera que veía en el cine desde mi cumpleaños (por lo de fecha señalada) y es la película más triste que yo recuerdo. Yo diría que no es casualidad.


Como bien dice el título, se cuenta la historia de un año que podría ser cualquier año. Ya el hecho de empezar por la primavera y terminar en invierno te da una pista de los derroteros negativos que toma el asunto. Porque el recorrido de cada estación es una suma continua de seres a la deriva.



Qué suerte tenemos.



No hay amarres y mucho náufrago. Es casi como una obra de teatro de cámara, ese término que te viene a la cabeza por Strindberg o Ingmar Bergman, por lo que tiene de enfrentamiento dialéctico, de oposición de rostros, de lugar casi claustrofóbico que empieza con un prólogo contundente donde el espectador recibe una bofetada del personaje de Imelda Staunton. Ésta aparece en la consulta de la protagonista Gerri (Ruth Sheen) pero a partir de ahí, la pena no se ancla en el centro médico, se arrastra, se la lleva consigo Gerri, y de la consulta pasa a la secretaría y de la secretaría al hogar. La pena le acompaña pero no le traspasa. De hecho, los protagonistas, la pareja Tom (Jim Broadbent) y Gerri guardan en su hogar un remanso de paz donde como pareja comparten copas de vino y jardinería. Guardan sus rutinas como puntales de salvación ante la miseria emocional que el ambiente grisáceo de la sociedad inglesa provoca.



Lesley Manville, enorme descubrimiento.


Por comentarios que he oído, por películas que he visto, los ingleses son ceremoniosamente correctos (Tom y Gerri lo son) aunque se pudran por dentro o quieran contagiar a los demás (Tom y Gerri condescendientes) y un abrazo es tan inusual que solo lo pide la extravagante del grupo (gran momento de la película). Y ese carácter inglés es lo que hace especial la película, el porqué la hace irremplazable a otro lugar. La escena del entierro o de Gerri y su compañera de trabajo Mary en su cocina hacia el final no se verían por estos lares salvo en el mediterráneo superior que no inferior. Cuando vi la película Elisa K. (Jordi Cadena y Judith Colell, 2010) pensé que ese tipo de relación familiar y de reacción salvando todos los prejuicios no se daría en otras zonas del país.  Al fin y al cabo los catalanes son los más europeos de la península con todo lo positivo y lo negativo que ello comporta.



El gnomo Mike.



Cuando Mike Leigh apareció realmente ante nosotros fue cuando le dieron la Palma de oro en Cannes por Secretos y mentiras (Secrets and lies) en 1996 y desde entonces (realmente desde Naked [Indefenso, 1993])  el pesimismo que nos entrega no es ninguna sorpresa. Cosa que resulta sorprendente al ver el rostro lleno de bonhomía de este inglés que más bien te hace recordar a David el gnomo. Pesimismo que se reparten tanto él como su compañero Ken Loach desde hace un par de décadas en las que han compartido cierta carrera en paralelo, pero lo que hace diferente a Mike Leigh, es que es más fresco, tiene personajes más completos, menos arquetípicos y mejor dirigidos y sobre todo, la gran diferencia es que Ken Loach refleja los problemas teorizando y Mike Leigh los diluye en historias concretas y «verdaderas».



No quiero mirar atrás.
Recuerdo que su anterior película, la inmediatamente anterior a Another year, no me convenció demasiado. Se trataba de Happy: un cuento sobre la felicidad (Happy-go-lucky, 2008) donde se iba al otro extremo, a un personaje con un optimismo ciego; el personaje de Poppy. Supongo que Mike Leigh se puso a pensar cómo sería ese personaje si ese optimismo no fuera real, no fuera auténtico de raíz y pensó que se convertiría en un personaje dramático y llegó a construir el de Mary (Lesley Manville) de Another year. Un personaje que pintaba secundario, que iba a dar pinceladas a la protagonista y se convierte en central porque la película es toda ella; sus frases, sus gestos, sus ojos; unos ojos pequeños que le dan un aire pizpireta pero que en el fondo esconden mucha tristeza. Por su edad, por su coquetería, es como una especie de Blanche DuBois. Hay una escena muy clarificadora en el portal de la casa de la pareja. Ésta junto con su hijo despide a Mary. Mary mira atrás y ve la calle vacía, ve el camino de vuelta sola y sabe lo que se va a encontrar. Tarda en irse, no pide nada, la despedida es larga y muy cortés. Esa mirada que constantemente lanza a espacios vacíos la actriz se vuelve cierre de punto y final en la última escena aunque ahora haya cambiado algo. Ella encabeza el grupo de los seres tristes y le acompañan Roonie y Ken, el hermano y un amigo de Tom.



Ken y Mary fuman y beben para perderse y no encontrarse.



Aunque suene deprimente, en días de otoño te apetece que una película te mueva las entrañas porque te enseña y te tranquiliza visualizar las mierdas que se echa uno encima. Tal vez la frase que le dice Gerri a Mary: «Tienes que aprender a hacerte responsable de tus acciones» sea una de las claves de la película, y la otra, que demos y pidamos abrazos aunque sean metafóricos. 


Un cartel demasiado alegre.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Con lo que cuentas me apetece mucho verla...¡Gracias, bonita!

Lau