sábado, 24 de septiembre de 2011

Unas gotas de Londres


Primer lugar, parada obligatoria, albergue. Casi podía ver la suave cara de niño huérfano de Mark Lester asomado al balcón cantando Who will buy my sweet red roses porque el barrio South Kensington, era zona bien. Pero al contrario que en la película donde el barrio se animaba con la canción, salían vendedores callejeros por todas partes, los vecinos bailaban y había incluso una orquesta, aquí todo era tranquilidad y banderas ondeantes por los muchos consulados de la zona. El movimiento estaba en los bares a media tarde (en otros barrios) y más o menos como en la película, con madera, más madera y muchas pintas de cerveza.






Primordial, el dinero. Cada vez que venía a mí o se me iba una moneda, así como sin querer,  mi cabeza tarareaba Half a sixpence is better than half a penny. Oliver! (Carol Reed, 1968) y este musical Half a sixpence (George Sidney, 1967) son para mí, aunque suene demodé, las referencias londinenses más queridas. Dejé para mi próximo viaje la búsqueda del DVD de la segunda  ya que solamente hice una tímida búsqueda infructuosa donde no debía, supongo que para alargar la espera de lo bueno.






Añadiré, para futuros acercamientos, alguno de estos musicales en los escenarios londinenses. Hasta el momento en que entre por la puerta principal, me quedo por las partes traseras.



El Apollo Theatre sin todo su oropel.





Por aquí pasan los paraguas de Cherburgo



El primer lugar a visitar, Hyde Park. Por cercanía.  Amplio, todo amplio, verde, todo verde, y tranquilo. Mi Hyde Park por lo visto era otro. ¿Se me estaba ocultando la parte oscura de los polite  ingleses? Reflexión hecha a posteriori al ver en la Tate el cuadro de Francis Bacon, Figure in a landscape (1945) donde aparece un enmarañado Hyde Park, tanto que el título es socarrón como él solo. El paisaje de Bacon, todo de él en general, no te invita a pasear por él, huyes de él y recordé de pronto el suceso escabroso que con 14 años Rufus (Wainwright) sufrió en el mismo Hyde Park.



Lo más escabroso de Hyde Park a día de hoy.



Francis Bacon. Figure in a landscape, 1945. Tate Modern. 


Y allí mismo, cerca del cuadro de Bacon me vino Almodóvar. Hasta en Londres aparece Almodóvar. Que ¿por dónde? Pues por donde yo quiera. En su última película La piel que habito «aparece» Louise Burgeois y allí que me la encontré, en la Tate Modern, a la madama francesa con unos dibujos suyos de temática muy reconocible. 


Louise Burgeois. Autobiographical series, birth, 1994. Tate Modern.


No saber inglés a la perfección tiene sus ventajas porque no traspasas las verdades y te quedas con la gracia de según qué falsos amigos. Esto lo encontré de camino a la Tate Modern, al igual que unas farolas naranjas  que eran el camino de baldosas amarillas que te llevaban al arte.



Aquí acaba la diversión amigo así que bájate de la bicicleta.



Las tres gracias




Ponga la ola en marcha.



Las típicas cabinas telefónicas todas llenas de desfogue.



Blancanieves y su madrastra enfrentadas sin poder salir.


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